Nuestra versión de los hechos...

Intravagantes es una nueva colección de Ediciones Evohé, que pretende celebrar la heterodoxia de autores, de perspectivas e ideologías, de escuelas literarias. Y también de géneros. En Intravagantes, para comprender el mundo y la existencia, mestizamos: poesía, novela, ensayo, teatro, cuento, testimonio, cómic, biografía, memorias.
En la luz y en la sombra de esta colección late nuestra versión de los hechos, porque lo que importa no es el formato sino la palabra. Y cada palabra basta para ser testimonio compartido de la búsqueda de la verdad en lo diverso, aquello que no está en ningún espacio que tengamos que esforzarnos por alcanzar, sino en nosotros mismos.
Dijo Aristóteles “la finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no el copiar su apariencia”. Así nuestros Intravagantes despliegan muy distintas formas de expresión pero siempre contienen nuestra duda y nuestra certeza, nuestro asombro y nuestra familiaridad, nuestras preguntas y nuestras respuestas ante la dulzura del mundo y también de su amargura.
La única seña de identidad cifrada en Intravagantes es la grandeza de la diversidad humana.

viernes, 1 de febrero de 2013

Entrevista a Rafael Soler Intravagante

Esther Peñas, de Solidaridad Digital, ha hecho una entrevista a Rafael Soler Intravagante:

http://www.solidaridaddigital.com/SolidaridadDigital/Noticias/Cultura%20y%20ocio/DetalleNoticia.aspx?id=14921

“Cuanto más te la juegues en el poema, más fácil será que el lector se reconozca en lo que dices”

Rafael Soler, escritor
Esther Peñas / Madrid- 01/02/2013
Rafael SolerSu voz, como su manera de expresarse (feroz, felina, canalla, tierna) también es poética. Poética como adjetivo y en sustantivo, como credenciales que no necesitan explicarse en lo que callan. Rafael Soler (Valencia, 1947) acaba de reeditar ‘El corazón del lobo’, un libro cuyas fauces despedazaron las formas del lenguaje para que una historia de siempre, el amor que se decolora,  resultase distinta, emocionante. Treinta años después, el latido redobla vigencia. También los versos que le anteceden en el paso, ‘Las cartas que debía’ (Vitruvio, segunda edición, 2012) y ‘Maneras de volver’ (Vitruvio, cuarta edición, 2011).

Se acaba de reeditar ‘El corazón del lobo’ (Ediciones Evohé, en su nueva colección ‘Intravagantes’). ¿Cómo ha sido la experiencia de adentrarse en un texto de hace treinta años, incómoda,  extraña, turbadora, emocionante..?Mi caso es atípico. Tengo publicadas cuatro novelas y dos libros de relatos y no he releído nunca nada de lo publicado. Ni siquiera corregí las pruebas. No así en el caso de ‘Los sitios interiores’ que, al ser poesía, daba lecturas. Treinta años después, como dices, he releído ‘El corazón del lobo’. Para mí ha sido un reencuentro. Me reencontré, me encontré, me reconocí inmediatamente en las obsesiones, porque los escritores somos de obsesiones (las mías, el desamparo, la fragilidad, la Parca, el amor en cuanto a deterioro...), la leí como si no fuera mío y me encantó. Quité dos comas. Literalmente. Y abrí una réplica y su contrarréplica en un diálogo. Ha sido, treinta años después, una experiencia de reconocimiento. Y reconocer tu voz es una enorme satisfacción. Soy un escritor feliz.Portada de 'El corazón del lobo'

¿Cuál considera el hallazgo para que, treinta años después, este “triunfador de soledades, este corazón de lobo austero” siga encandilando a los lectores?La razón de que se haya vuelto a editar, de que haya resistido bien el paso del tiempo se debe a que tiene un universo propio, a que es honesta y hace una apuesta decidida por el lenguaje, sólida, mala o buena, pero con una clara vocación de contar de manera literaria una historia muy sencilla. Me satisface comprobar que esa vocación de riesgo se mantiene intacta. Ése el mérito de esta novela.

Uno de los asuntos de los que se ocupa ‘El corazón del lobo’ es lo cotidiano como depredador del hechizo. ¿Cuándo el enamoramiento deja de emocionar para vivirse como engranaje apolillado?Cuando aparece el tedio. El tedio es el primer enemigo de la relación amorosa; ésta nunca vuelve a ser igual después de una traición, pero de una traición te recuperas, del tedio no. Cuando aparece el tedio, cuando llega un día en el que hay menos cosas que contarse, cuando desaparece el temblor y surge el pacto tácito, casi imperceptible, que te permite mantener esa ficción, cuando no hay motivos suficientes para decir ‘hasta aquí hemos llegado’, porque no los hay, cuando cada vez duermes en tu cincuenta por ciento de la almohada, alejado de la persona que está al otro extremo, entonces se pierde el amor.

¿Qué errores vitales son posibles de enmendar?La inconstancia. Error vital muy serio. Las cosas se consiguen con tesón. Lo importante es saber lo que quieres, y para ello necesitas una vida. Puedes tener sesenta años y no saber qué quieres, es lícito mientras uno sea consciente de que no sabe lo que quiere. Lo mismo sucede en poesía, que no vale casi nada de lo que uno escribe. Hay que preguntarse cuánto de lo escrito merece perdurar. Porque una cosa es tratar de curar una frustración, decirle algo a tu novia, ajustar las cuentas con un hermano, y otra muy distinta, la poesía. Si hablamos de literatura tienes que respetar tu obra y ser honesto con ella. Teniendo en cuenta esto, y que muy poco de lo que escribes vale, hay que creer en tu proyecto y trabajar mucho en él. Tener constancia. En la vida y en la poesía, si es que no es lo mismo.

Habla de trabajo, de constancia, de tesón, en un momento que se persigue el rédito inmediato. ¿Qué está dispuesto a jugarse el escritor por una buena novela?Muy poco, por un problema de inmediatez. Hay muchísimo ruido hoy en día. Internet hace un buen servicio, pero distrae mucho, y perturba más. La gente cuelga cosas en sus blog y te llama de manera inmediata para saber qué te parece. Todo es banal, trivial, inmediato, y en esa burbuja que se ha creado, sobre todo en poesía, hay pocos corredores de fondo. El poeta tiene que estar solo, en soledad, no puedes estar todo el día de presentaciones, tienes que desaparecer, tienes que ser consecuente. De doscientos poemas, quedan cinco, pero esos cinco perduran. Esos están.

Ni la poesía, como quintaesencia de lo auténtico, se libra de casos de cierta corrupción... por lo menos ética. Hablo, por ejemplo, del último escándalo, el del Premio Ciudad de Burgos...Una cosa es la poesía como género, como recurso expresivo, y otra los muñidores que alrededor de eso hacen sus montajes de reconocimiento, de negocio editorial,  de intercambio de favores. El de los premios es un mundo muy desprestigiado.

¿Cuáles son los males que acucian a la literatura, aparte del predicamento que se les da a los malos libros?Tiene dos problemas gravísimos. Uno, que ha desaparecido el referente crítico, no hay crítica objetiva, seria; hay reseñadores de solapas de libros. Conviven con críticos honestos con poco espacio. Dos, se autopublica demasiado, por tanto la labor editorial de olfatear buen material, de filtro, está muy relajada.

Sin ánimo de ser impertinente, ¿la fama le vuelve a uno más tonto?Mucho, muchísimo. Te vuelve idiota. Es más fácil reponerse de un fracaso que de un éxito. Sí. Y lo digo por experiencia personal. El fracaso me ha ayudado mucho; si fracasas, lo has intentado, si constatas el fracaso quiere decir que tienes capacidad de discernimiento y ha habido, pues, una enseñanza. Por otro lado, si bien el éxito te puede envanecer, lo peor es el halago, distinto al éxito. Un premio, una tercera edición de un libro es un éxito, un reconocimiento, pero el halago, que fomenta la vanidad, te vuelve fatuo, vulnerable y estúpido. No hay que consentirlo. El escritor ha de ser muy cuidadoso y aceptar los halagos justos. Ha de procurar esquivar los halagos. El éxito es necesario hasta cierto punto. Si uno publica, quiere vender,  que le lean. El equilibrio, en cualquier caso, es complicado.

¿El poeta está más expuesto a la vanidad que otro tipo de escritor?Absolutamente. ¿Quién le dice a un amigo: “esto que haces... es un desastre, no vale para nada”?  Es muy difícil. Además, se puede tener talento, escribir un libro magnífico con veinte años y no reponerse jamás de él. Por último, el poeta es más vulnerable, tiene más vida social, los poetas nos vemos continuamente, nos abrazamos, nos necesitamos, nos entusiasmamos, como niños grandes.

Al corazón del lobo siguieron ‘El sueño de Torba’ y ‘Barranco’. Después, silencio. Veinte años. Primero, qué incita a un silencio tan prolongado y rotundo; segundo, qué logra quebrarlo, veinte años después. No es un silencio extenso. Puede parecerlo, pero 25 años de silencio editorial en la vida de un escritor, si los necesita, no son nada. Hay que ser consecuente con tu proyecto, tienes que atender a tus tiempos. En mi caso, tuve un éxito que se convirtió en un problema. Entre 1978 y 1985 gané once premios, publiqué cuatro novelas, uno libro de poemas, accésit del Premio Nacional Juan Ramón Jiménez, dos libros de relatos... Tuve muchísimo éxito mediático. Ante esa situación, hay muchos caminos posibles. Uno, legítimo, rentabilizar el éxito. Otra, pararte a pensar qué es lo que quieres. Si lo que quieres es escribir y si tu escritura se nutre de vida (porque “siempre vivir te costará la vida”), y si, como escribo, “la vida no cabe en una vida”, ¿qué se hace? Lo que yo hice fue recuperar por completo mi libertad. Mantuve correspondencia con Delibes y, en su carta de felicitación por mi primera novela me dijo: “Amigo Soler, disfrute de su momento porque ahora puede usted escribir en plena libertad. Pasará el tiempo y, cuando sea reconocido, notará que cada vez es más difícil arriesgarse a la hora de escribir”. Aquello estaba muy bien y me hizo reflexionar. Tuve una revelación. Yo, que he escrito siempre desde el riesgo, que siempre me la he jugado, necesitaba silencio. Así que tuve una vida muy intensa, muy cerca de la literatura. ¿Qué ocurre? Que eres escritor, y te escribes encima, y un día entras en el despacho y la carpeta con tus poemas se te rebela. Vuelves porque es inevitable. Si tienes obra, vuelves. Y si eres escritor, cómo no vas a tener obra.

Y uno regresa ¿con la cabeza gacha, como salían los prisioneros de los campos de concentración, avergonzados de haber sobrevivido, o como los toreros, casi insolente, orgulloso?Tenía claro que tenía que volver después de tanto tiempo solamente y nunca antes del instante en el que estuviera cómodo con lo escrito, y que lo escrito hablara por mí. No quería dar explicaciones. La explicación sería el libro. “Monarca de lo poco y señor de lo que queda en nada”. Entonces me reconocí en ‘Maneras de volver’. Y salí al encuentro de mi gente. Y allí estaban todos. Volví... ilusionado, muy ilusionado, con muchísima ilusión. Y confiado. “A componer tu hacienda vienes con la calma suicida del que tiene un pacto de honor con su verdugo”.

¿Qué verso ha de besar mejor, el primero o el que cierra?El último. Para mí el primero es fundamental pero un poema es un arrebato, una invitación al lector a bailar un tango inolvidable. A partir de ahí, qué importante son los finales... Si me sacas a bailar, me das una bonita entrada... ¿cómo vamos a terminar a pisotones? Sería una decepción. A mí, además, me funciona las provocaciones de los títulos, pero si juegas con eso dejas al lector hambriento, le creas una expectativa. Y no puedes defraudarle.

¿Qué da más juego en la poesía, sobrevivir o, como apunta en uno de sus versos, sobremorir?Hay un pensamiento tópico pero cierto: morimos solos. Hay que empezar por ahí. Sobremorir es durísimo, y es mucho más literario. Se escribe mejor porque el día en que sobremueres porque alguien ha caído, estás muy lúcido, no estás para tonterías.

El escritor ¿se expone más en un poemario o en una novela?El escritor se esconde en una novela, porque nadie escribe de algo que no sabe. Como lluvia fina, todo personaje tiene algo del escritor, siquiera la mirada. En la novela te proyectas. En la poesía hay poetas que se esconden y su poesía tiene poco interés, y hay poetas conmovedores que van por delante, que tienen la delicadeza de no contarte sus traumas personales pero que te hablan de lo universal, desde su dolor, para que te reconozcas en el tuyo, desde su orfandad. Y cuanto más cerca estés de tu verdad y más te las juegues más fácil será para el lector que él se reconozca en lo que dices. Por lo tanto, en poesía hay que ir con la cara descubierta. A por todas.

Disculpe el juego de palabras, a propósito del último verso de ‘Las cartas que debía’. Si uno llega, “donde quiera que sea ya has llegado”, cómo sabe que llegó?Termino el libro ‘Las cartas que debía’, y no es casual el título de ese último poema, ‘Maneras de volver’, con esos versos porque lo que importa es el viaje, no el destino; es obvio que no es lo mismo Sudán que Benidorm. Pero analiza la sensación del poeta de haber concluido algo, de que está tan perdido que no sabe muy bien lo que ha hecho, no sabe dónde ha llegado, pero necesitaba, de manera vital, para su descanso, concluir un viaje, un baile largo.

¿El último libro que le ha conmovido?‘El enamorado de la osa mayor’, de Sergiusz Piasecki. Una novela que leí con catorce años y que releí hace muy poco.

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Rafael Soler presentará ‘El corazón del lobo’
el 4 de febrero, a las 20 horas,
en la FNAC de Sevilla
(Avda. de la Constitución, 8)

y el 6 de febrero, a las 19 horas,
en el espacio ‘Ámbito Cultural’ de El Corte Inglés de Valencia
(Calle de Cristóbal Colón, 27)

Asimismo, recitará sus versos el próximo 14 de febrero,
en la Biblioteca Pública Retiro
c/ Dr. Esquerdo, 189
(metro Pacífico y Conde de Casal)
A las 19 horas



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1 comentario:

  1. ¡Magnífica entrevista! De esas que hay que leer más de una vez para ir sacándole todo el jugo. Enhorabuena a la entrevistadora y al entrevistado.
    Abrazos.

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