Tuve el privilegio de leer El
corazón del lobo en 1981, en su primera edición. Cuando obtuvo el premio
Cáceres de novela corta. Supuso para el jurado y la crítica de entonces, y para mí como lector, una sorpresa . Era una
novela de gran frescura, con un ritmo narrativo envolvente y una estructura
formal nueva y una agilidad del diálogo que potenciaba el ritmo interior. En
esta reedición de Intravagantes vuelvo a reafirmarme en aquellas primeras
impresiones. El texto no ha perdido ni un ápice de aquellos hallazgos. No ha
pasado el tiempo por ella, muy al contrario de lo que sucede con otras novelas
de la misma época. El corazón del lobo
no solo ha resistido el paso del tiempo sino que parece recién escrita.
Mantiene toda la fuerza expresiva en sus superposiciones temporales, espaciales
y en sus diálogos, así como un juego del lenguaje que permite una densidad
exonerada de aditamentos. La novela es un mundo estructurado en torno a una
anécdota amorosa: el fracaso de un amor que parecía tan firme que ningún
elemento podría destruirlo, salvo el puñal del tedio de la rutina. Si
tuviéramos que emplear un lenguaje cinematográfico –la propia novela lo
requiere-, tendríamos que decir que es una novela en 3D en la que el lector se
ve inmerso en la complicidad escénica que propone el autor. No deja de
entusiasmarme el perfecto arranque del capítulo cuarto, todo su simbolismo y su
encadenada sucesión de referencias metafóricas.
Una novela que se lee con el regusto de una copa de buen licor.
Manuel Jurado
(Fotografía proporcionada por Rafael Soler)
Nuestra versión de los hechos...
Intravagantes es una nueva colección de Ediciones Evohé, que pretende celebrar la heterodoxia de autores, de perspectivas e ideologías, de escuelas literarias. Y también de géneros. En Intravagantes, para comprender el mundo y la existencia, mestizamos: poesía, novela, ensayo, teatro, cuento, testimonio, cómic, biografía, memorias.
En la luz y en la sombra de esta colección late nuestra versión de los hechos, porque lo que importa no es el formato sino la palabra. Y cada palabra basta para ser testimonio compartido de la búsqueda de la verdad en lo diverso, aquello que no está en ningún espacio que tengamos que esforzarnos por alcanzar, sino en nosotros mismos.
Dijo Aristóteles “la finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no el copiar su apariencia”. Así nuestros Intravagantes despliegan muy distintas formas de expresión pero siempre contienen nuestra duda y nuestra certeza, nuestro asombro y nuestra familiaridad, nuestras preguntas y nuestras respuestas ante la dulzura del mundo y también de su amargura.
La única seña de identidad cifrada en Intravagantes es la grandeza de la diversidad humana.
En la luz y en la sombra de esta colección late nuestra versión de los hechos, porque lo que importa no es el formato sino la palabra. Y cada palabra basta para ser testimonio compartido de la búsqueda de la verdad en lo diverso, aquello que no está en ningún espacio que tengamos que esforzarnos por alcanzar, sino en nosotros mismos.
Dijo Aristóteles “la finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no el copiar su apariencia”. Así nuestros Intravagantes despliegan muy distintas formas de expresión pero siempre contienen nuestra duda y nuestra certeza, nuestro asombro y nuestra familiaridad, nuestras preguntas y nuestras respuestas ante la dulzura del mundo y también de su amargura.
La única seña de identidad cifrada en Intravagantes es la grandeza de la diversidad humana.
viernes, 8 de febrero de 2013
Rafael Soler, como Fernando III, conquista Sevilla
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